sábado, 14 de julio de 2007

14 juillet

14 de julio, mi último día en Francia.

Luís XVI hace un llamamiento general a las tropas de ultramar para defender su capital, París, desembarcando estas a principios de Julio. La situación desde primavera se ha hecho insostenible y tras la destitución del último Ministre Royal las insurrecciones populares son cada vez más numerosas e importantes. En la mañana del día de hoy, un grupo de ciudadanos que ha tomado las armas de la Place des Invalides el día anterior se encamina hacia la Bastille por rumores de que en ella se encuentra una ingente cantidad de pólvora, es sabido que esta fortaleza, antes un edificio glorioso de defensa de Paris por el antiguo régimen anda casi abandonada por las fuerzas reales y en ella apenas se aglutinan una decena de presos.

Los ciudadanos se agolpan en las puertas de la prisión, después de una discusión casi infantil las escasas fuerzas del orden disparan contra la multitud. Éstos, armados con cañones derriban la puerta y la muchedumbre escala por el foso hasta llegar al patio de armas. Resultado, un guardia herido, 7 presos liberados, un centenar de ciudadanos muertos y el jefe de la prisión decapitado, acción ya habitual en los ajusticiamientos de la Loi de l’Etat del actual monarca que se convertiría paradójicamente, años después, en su propio final.

La caída de esta prisión no sería de ninguna importancia comparado con la cantidad sangre derramada en aquella época, sin embargo, este hecho nos muestra el poder de los símbolos y este era, por primera vez en la historia, el del antiguo régimen sucumbiendo ante el cambio. Este pequeño edificio que ya no significaba nada calló en manos de un grupo de parisinos que, sin saberlo, estaban cambiando el destino de su país.

La Bastille es hoy una parada más del nefasto y maloliente metro de París y una plaza por la que los turistas, más centrados en arremolinarse ante La Gioconde para encontrar el enigma del código Da Vinci y hacer fotos desde la Tour Eiffel, pasan sin prestar demasiada atención, el desfile de la Armée elige los Champs Elysées por motivos de seguridad y de espacio y en ella ni siquiera se puede ver una alusión clara a lo que fue la toma de esta prisión.

Hoy, Francia comienza, otra vez desde el principio, precursora de la república y de la democracia moderna afronta un déficit tanto social como económico, afronta cambios en su estructura, economía e identidad que cambiarán, sin duda, una vez más su destino y determinarán el sino de sus ciudadanos. Lo hará, una vez más, porque el tiempo y las generaciones pasan, el mundo no se detiene.

Hoy, Francia, termina, alejado del bullicio de trompetas y desfiles en la capital y tras la vitrina del aeropuerto Charles de Gaulle un ingeniero aeronáutico admira cegado por el rojo intenso del atardecer los aviones despegar, en su maleta, mil sueños, en su corazón, agradecimiento. Los años pasan, las personas pasan e incluso los países pasan, pero siempre dejan algo.

Nos volveremos a ver.

viernes, 13 de julio de 2007

Despedida y cierre

Abajo el telón, luces fuera, dejen el título, sí, por nostalgia, el foco también, tengo que hablarles…

En estos mis últimos días en tierras francesas he venido a París a pasar unos días, esta ciudad que, pese a mi gusto personal, no deja de ser lo que se dice “objetivamente” bonita, es un lugar perfecto, alejado ya de la peculiar Poitiers, para hacer balance de todos estos meses. Estar aquí todavía me hace poder recapacitar de lo que ha sido este periodo antes de volverme a sumergir en mi añorada España, supongo que cuando el sol abrasador esté encima de mi cabeza y vuelva a tener la tortilla de mi madre en el plato todo esto me parecerá tan lejano como incierto, quizás, un sueño.

No quiero hacer de esto un glosario de agradecimientos, porque termina siendo algo vacío de contenido, es tan común… pero no puedo resistirme a la tentación, os merecéis cada uno un espacio aquí, en este lugar, que después de casi 50 post se ha convertido en algo bastante representativo de lo que ha sido mi vida en este país.

En primer lugar, darme gracias a mi mismo por escribir este blog, suena chocante, pero el haber comenzado un día delante del ordenador a contaros las historietas que pasaban por aquí me ha devuelto las ganas de escribir, una afición que, por unos motivos o por otros, llevaba años dormida y que ahora despierta de nuevo. Se despereza y quiere recuperar el tiempo perdido, lo hace ahora y lo seguirá haciendo en el futuro, de eso estad seguros.

Después de este ataque de propioombliguismo (término de cosecha propia no reconocido por la R.A.E.) me gustaría agradecer en primer lugar a Pep su valiosa ayuda cuando esta aventura ni siquiera parecía realizable, ahora que se acaba me doy cuenta que muchas cosas hubieran sido diferentes, más bien bastante negras, si no hubiera contado con tus consejos. Espero que por tu ya conseguida París realices tus sueños y que nos veamos, no importa en que parte del mundo, las suficientes veces para ver otro Madrid-Barça con gol en el último minuto y berrear a gusto.

A Patri, por hacer mas llevaderos los momentos mas difíciles de Poitiers, esos cuando nos dimos cuenta en que tugurio nos habíamos metido, ha sido genial descubrir las peculiaridades del poblacho contigo, espero que te vaya bien allá donde vayas, sea Fuenlabrada o Nueva Zelanda, gracias.

A mis colocataires del 12 de la Rue Bourbeau, por esos vinachos a palo seco que al final hasta me supieron buenos, por descubrir al Fary francés (y a otra jarfia musical de todo tipo) y por haberme acogido como uno más desde el primer momento. Muchas gracias por la paciencia por ser nuuule con el francés y por acabar con todos los prejuicios con la cultura y la gente francesa, espero que las crêpes prometidas en Madrid se cumplan. A bientôt.

A Guillaume porque, pese a ser corta la estancia con la que estuve con él en Poitiers, me hizo descubrir que la gente más apátrida e internacional es la más valiosa para romper fronteras y unir distancias, espero que te quedes mucho tiempo en España, nos vemos en Madrid.

A Thomas y a mis compañeros de la salle de calcul, por hacerme pasar tan buenos momentos entre pulido y pulido y por enseñarme tantas cosas, no habría aprendido el francés barriobajero si no hubiera sido por vosotros, me servirá para defenderme en el futuro, gracias.

A todos, gracias. Dejo Poitiers y dejo algo de mí allí, porque vuelvo a España siendo, irremediablemente, diferente al que pensaba que la vida francesa eran croissants, baggetes y Tours Eiffel. Porque conocer, descubrir y aprender es algo siempre placentero y Francia ha sido un lugar perfecto para hacerlo.

Mañana, mi ultimo post.

jueves, 12 de julio de 2007

Belleville

Vivir en un país extranjero te permite descubrir bastantes cosas. Desde el primer momento en tierra extranjera te inunda un sentido de incomprensión con todo aquello que te rodea, farolas y papeleras incluidas. Incomprensión, primeramente y sobre todo en mi caso, por el idioma.

Incomprensión hacia las costumbres, los horarios, la gente, la comida, las formas de proceder, de comportarse o incluso de aceptar como normales cosas nunca antes vistas o que ni siquiera formaban parte de tu vocabulario. Incomprensión, al fin y al cabo, combatible de muchas formas diferentes. Quizás unas sean mas loables que otras pero todas totalmente comprensibles, sobre todo teniendo en cuenta el a veces insoportable sentimiento de soledad que puede abatir a una persona alejada totalmente del entorno que le ha rodeado durante toda su vida. La forma más sencilla, si existe tal oportunidad, es buscar en ese país extranjero gente que comparta tu misma situación (ya sea de la misma nacionalidad o no). De ahí, se extrae una complicidad sencilla, directa y simple como la de compartir incomprensión y diferencia, lazos que son evidentemente mas fuertes si es de tu país el que puede aislar, durante un determinado tiempo, el clima extranjero circundante y puede hacerte volver a sentirte en tu propio país, todo ello sin contar que poder hablar tu propio idioma supone en la mayoría de los casos un descanso para tu propio cerebro.

Es en este momento, en París, viviendo en Belleville, un barrio mayoritariamente habitado por chinos, africanos y musulmanes cuando lo entiendo. Después de haber sufrido en mis propias carnes el sentirme inundado por una sociedad extranjera que, pese a no ser hostil, fue en todo momento distante, puedo comprender la situación de un inmigrante. Es evidente, en todo caso, que mi situación tiene un grado de atenuación extremo respecto a la suya, pero me siento en situación de decir que he podido probar algo de su propia medicina.

Tiendas con letreros en letras ininteligibles, calles atestadas de otros colores, olores e idiomas, mujeres vestidas con túnicas y hombres que portan gorros extraños, falafel, couscous y velas para el Hannukah en los supermercados, peluquerías y tiendas de ropa del estilo de cada país, periódicos, radios... ¿Por qué deciden mantener su cultura y no adaptarse al entorno? ¿Por qué prefieren anclarse en el pasado y en tradiciones de sociedades menos avanzadas? ¿Por qué no adoptan las de la sociedad rica y prospera?

Puedo imaginarme un edificio en medio de París lleno de españoles, quizás una calle con unos cuantos bares con tapitas, de lomo y jamón, pero del de verdad. Periódicos que hablaran de la eterna rivalidad del Madrid y el Barcelona y quién va a ganar la última liga, música normal y corriente, saber que pasa en la ciudad en la que nací, encontrar ruido en las calles, hablar mi idioma… a mi no me parece para nada invadir a nadie, si no pudiera volver a mi país como es el caso de muchos inmigrantes no podría renunciar a eso, porque es mi forma de ser, y renunciar a nuestra forma de ser es algo que nadie, sea en la situación que sea, tiene derecho a pedirnos. Sin embargo, verlo como ciudadano del país que acoge no deja de ser comprensiblemente extraño.

Vienen por distintas razones, pero todas relacionadas: la miseria humana, esa que no permite que todos los seres humanos puedan vivir con un mínimo de bienes primarios, libertad y cultura. Miseria humana de la que en más o menos medida todos somos culpables.

La inmigración es un precio muy bajo que pagamos nosotros, las sociedades del primer mundo. La donación para la cooperación y el desarrollo del 0.7% del PIB es la gran proeza que, a principios de los noventa, se propusieron los dirigentes de esas sociedades avanzadas. Hoy, solo cuatro de ellos cumplen esa proeza. Nosotros, yo incluido, seguimos votando por la permanencia de esta situación y nos choca aun ser los extranjeros cuando cogemos el metro.

lunes, 9 de julio de 2007

Francia, esos amigos

El humor. Pese a saber que existen grandes entendidos en la materia, de los cuales, uno es gran amigo y hermano de blog, éste me parecerá algo tan incomprensible como misterioso. Por ello, se me hace difícil que alguien pueda estudiarlo o clasificarlo, por un lado, algo gracioso para mí puede ser una estupidez para cualquier otro, la más grande simpleza soltada de la boca más falaz puede dejarme impertérrito y hacer saltar del sofá al que tengo a mi derecha. Formas de ser, formas de ver, estado de ánimo, puro azar quizás.

Leer un periódico deportivo como es L’Equipe (imperfecto homólogo de lo que es Marca en España) saca a relucir la rivalidad deportiva (sana o insana, según se mire) entre ambas laderas del Pirineo, sobre todo, la inevitable asociación que tienen para los franceses nuestros deportistas con el dopaje. Nadal y sus músculos, con sus tres Roland Garros seguidos y el ciclismo español (culpabilizado por la operación puerto, cuando debería ser todo lo contrario) que mancha su impoluto Tour de Francia, son las principales bazas que este periódico, sensacionalista y de poca calidad periodística (no se si igual o peor que el Marca), utiliza para apoyar su teoría.

A partir de ahí cualquier cosa, lo que a mi compañero de laboratorio le hacía partirse de risa a mi me dejaba, como poco, perplejo, al ver semejante espectáculo de fusión cultural hispano-mejicana.



EPO, te quiero, grâce a toi, je serais numero uno... sombreros mejicanos, de la guerra civil, guitarras, bigotes y un traje de luces, haciendo humor con España.

jueves, 5 de julio de 2007

El final

No diré parece que fue ayer porque no es cierto, tampoco diré que qué rápido pasa la vida, sí diré que el tiempo tiene un comportamiento extraño, o nosotros con él. Deseamos que pase, desechamos el presente por objetivos futuros, pensamos en como serán los días en que algo ocurra pero cuando esto llega echamos la vista atrás con nostalgia, apreciando más que nunca los momentos que algún día parecieron insulsos o sin significado, incluso los malos momentos.

Aeronáutico, por fin. Muchas cosas se me pasan por la cabeza que os contaré más adelante pero antes deciros que tengo una alegría en el cuerpo estos días y un no se qué bastante extraño, lo definiría como una liberación instantánea de cosas retenidas durante años (debe ser por eso mi tendencia a vociferar últimamente) mezclada con una sensación de qué guai que soy en toda regla, dejadme hacerlo por un tiempo.

Muchos ingenieros técnicos aeronáuticos que he tenido la oportunidad de conocer estos años me dijeron que se fueron de la escuela dando cortes de mangas y no volvieron jamás, yo no llegaré a tanto, mas bien lo que me apetece es irme mirando atrás y pensando: “Ahí os quedáis, ya no me pateáis más vosotros”. De todas formas el trato definámoslo de poco cariñoso de los profesores conforme pasa el tiempo parece cada vez mas tibio e incluso a estas alturas provoca risas (claro que en su momento risas les provocó a ellos).

Pese a ello, es innegable que esta escuela me ha hecho ser como soy, en muchos sentidos, muy diferente a aquel chico de provincias asustado que entro por aquella puerta hace ya casi cuatro años, tan diferente que al verlo entrar con el sobre de matricula debajo del brazo y mirándolo todo con cara de impresión me parece otra persona.
Ese chico se imaginaba que al terminar la carrera sería completamente diferente, no se equivocó, pero la imagen que de mí tenía es muy diferente a la realidad, no me siento adulto, no me voy a poner a trabajar todavía y ni siquiera me ha salido una barba decente…

Qué decir de cuatros años tan completos, felicidad, tristeza, amor, soledad, juergas, épocas de estudio intensivo, amigos, creo que ningún enemigo, responsabilidades, locuras… todo girando en torno a una carrera que ahora se acaba, como mis padres me enseñaron a dar las gracias ahí empiezo, los profesores.

- Señor Castaño: por enseñarme que un avión puede aplaudir y por tus ánimos con la máquina de picar carne.

- José Palacín: por mostrarme que el hierro moja el agua y cuales son los modales de una señorita.

- Emilia Palma: por tu “I love marathon” y tu Kerr que tanto nos hizo reír.

- J. Barbas: por explicarme lo primero que realmente entendí de la carrera, en el segundo cuatrimestre.

- Dictinia: como olvidar tu suspenso con 4.85 con dos puntos por no escribir que una función era par.

- Alcázar: por ser el profesor de la Matrícula de Honor que mejor me supo.

- Vitorino: por enseñarme lo que es una involución política y por dar clase de Dibujo Lineal sin escribir una sola línea en la pizarra “por no meter ruido en el circuito”.

- Rodolfo: por imitar el sonido del flujo de aire como nadie.

- M.A. Sanz: por no pegarme con su vara ni lanzarme ninguna silla y además ser tan buen profesor.

-A la cátedra de organización industrial: por ser la más desorganizada de la escuela y por tener el honor de tener el peor profesor que me ha tocado nunca.

- Chelo: por ser el alma máter de la especialidad y hacernos sentir orgullosos de ser materialistas, porque somos de materiales.

Si falta alguien, pues lo siento, pero tampoco es cuestión de aburrir al personal.

Y bueno, ¿Qué queda de importante? ¿Qué echaré de menos en esta escuela? ¿Sus madrugones? ¿Sus profesores? ¿Sus libros? ¿Su cafetería (incluyendo al hombre sudoroso que hace los bocadillos)? ¿Sus ascensores averiados? ¿Sus exámenes? No, lo único que echaré en falta sois vosotros, mis compañeros y desde hace mucho amigos:

- Sandra: por darnos de comer, por tu ilusión, por tu alegría y por tu ayuda en los momentos malos. Por tu sonrisa todas las mañanas que espero seguir viendo (un poco mas a mediodía a ser posible). Gracias.

- Jorge: por esas risas que siempre nos hemos echado a costa de “las dos petardas” y por mostrarme la realidad de las cosas. Eres el jujas que mas aprecio. Gracias.

- Víctor: por tu ayuda sin reparos desde que te conocí hasta el final. Por enseñarme que la simulación aérea no es un juego, por tu generosidad, gracias. Espero devolverte algún día los miles de favores que te debo.

- Alfonso: por las risas entre clase y clase, y dentro de ella también, por tu seriedad a la hora de ponerse a currar (véanse nuestras grandes prácticas), un lujo haber trabajado contigo. Gracias.

- Catalina: por esas horas muertas por la tarde, por tu buen humor, por no parar de hablar y por ser como eres, que fácil y agradable es todo cuando andas cerca. Gracias.

- Ferrán: porque los locos por los aviones y por el rugby también pueden ser muy buena gente, por tu alegría en todo momento. Gracias.

- Y para el final, mi cansina, Marina:
hemos compartido Colegio, estudios, amigos y todo tipo de momentos, buenos, malos e indefinibles. Tantas victorias y derrotas hemos vivido juntos que seguir el camino sin ti me pone triste, se acabaron los cánceres y subir y bajar de tu habitación a la mía, se acabó hacer planes entre página y página en la biblioteca, se acabaron cosas que sin ti nunca hubiera recordado con tanto cariño, se acabaron muchas cosas, pero queda algo mucho más importante, una amistad tan fuerte que, pese a que nuestros caminos nos lleven muy lejos, me acompañará siempre. Que nuestro andar se haya cruzado, y de qué manera, todo este tiempo, cosas como esa le dan sentido a la vida. Gracias.

Y no por no estar conmigo en la EUITA son menos importantes el resto, pero he aquí un agradecimiento más bien de gremio, no olvido a mi madre, mi padre y mi hermana que me dejaron marchar tan generosamente, a mis abuelos, que pese a dejarnos estos años se que siguen estando orgullosos, a mi abuela Matilde que tantas veces me dijo que no me vería ingeniero y ahora lo ve, a mi tía, a mis primas, a David y a todos los que formáis mi familia. A Cristina, a Miguel, a Mery y Rosa, a Óscar, a Marinita, a Jose, a Laura, a Marta y Álvaro, a Alberto y a los que formais mi familia de Madrid, a los que dejé con tanta pena en Albacete, Tzuzo, Ivan, Oli, Carmen, Carlos, Rafa, Agus… a todos mil gracias.

Qué agridulces son todos los finales más estando tan lejos de vosotros, acabar con una frase de una película es siempre un recurso fácil:

- ¿Ya? ¿Ya acabó?
- ¿Qué esperabas? ¿Un desfile? ¿Fuegos artificiales?
- Esperaba haberle encontrado significado.

Yo, por suerte, sí lo he encontrado.