sábado, 16 de junio de 2007

Problemas con la combustión espontánea (II)

Siguen los problemas de cosas que arden a mi alrededor, después de la combustión flamígera de mi ordenador podría empezar a preocuparme.

Iba yo en el autobús de vuelta a casa después de un día de duro trabajo, enfrascado yo en el juego de casino de mi móvil, un Motorola Startack del año de maricastaña (no he tenido tiempo últimamente de comprarme ningún libro y el tomazo de Tintín en el País de los Soviets no es para llevarlo al autobús). Cuando estaba a punto de quebrar a la banca, vino a mi recuerdo ese característico olor a cuando circuitos electrónicos se achicharran sin remedio, acerqué mi móvil a la nariz y no noté ningún olor extraño en él, pese a todo, decidí apagarlo en vista de la situación y de que dicho móvil no es mío y mi hermana me mataría si me lo cargo, le tiene mucho aprecio a esa pieza de coleccionista.

Sin saber en lo que entretenerme decidí echar una cabezadita, que no se puede hacer otra cosa en el autobús sino es leer, jugar con el móvil o dormir, porque mirar el paisaje que se repite dos veces al día se hace algo monótono.

Soñé con mi ordenador, sí, es triste pero es cierto, dormirse con ese olor a chusmarro que inundaba el ambiente no podía evocarme otra cosa, me desperté con el autobusero vociferando.

El autobús estaba en llamas, el motor había salido ardiendo, sin ni siquiera darme cuenta me vi arrastrado por la masa hacia el exterior, hay que ver como reacciona la gente cuando se ve en peligro, y más con la neurosis esta de los atentados terroristas, una negra gordísima, que pegaba codazos a tutiplén acab rodando por el suelo, aquello parecía una partida de bolos.

El autobús dej de arder por si solo pero sigui echando un humo del infierno y ese olor tan característico, una camioneta asesina vino a recogernos, derrapando por la carretera llegué a mi casa, sano y salvo, todo el mundo dejó salir a la gorda primero…

Esperemos que no haya que escribir mas capítulos de este tipo, si echo la vista atrás, ya van bastantes cosas que se rompen a mi alrededor, creo que todo empezó cuando enchufé mi play al enchufe de mi habitación del Colegio Mayor y dejé sin luz a 250 personas...

martes, 12 de junio de 2007

Pongamos que hablo de Madrid

Si este es un blog sobre un Erasmus en Francia no tendría mucho sentido escribir sobre Madrid, la cosa adquiere sentido cuando es un Erasmus en Francia el que hace un viaje a España y deja de ser español para convertirse en turista de su propio país. El calor, el ruido, los horarios son cosas que sorprenden y que agradan después de probar la vida francesa (o pegarse un empacho, según se mire).

La gente sigue gritando por la calle y la televisión sigue siendo basura, ETA vuelve a las armas y el mendigo de la calle princesa sigue pidiendo delante del Burger King. Los churros con chocolate siguen sabiendo de maravilla (al igual que las palmeras) y mi escuela sigue siendo una paradoja en sí misma (culmen del prestigio y del retraso). Los políticos siguen sin decir nada más que chorradas por la radio y el abono transportes sigue subiendo (dejo de ser joven dentro de dos semanas según Esperanza Aguirre que se ha llevado las elecciones de calle), los autobuses siguen yendo a velocidades vertiginosas y aumentan los agujeros debajo de la tierra, el Parque del Oeste se sigue quedando vacío de botellones en época de exámenes y la gente esta más susceptible por ello (por los exámenes, digo), el fútbol sigue siendo una válvula de escape para olvidar problemas y los atascos en la A-1 por la mañana siguen siendo un espectáculo (para mí, claro, para el resto una putada), los pisos siguen estando caros y los periódicos siguen viniendo con 12 promociones (tazas de Forges, discos de Sabina y Serrat, mis primeros clásicos ilustrados, recetas de cocina mediterránea y otras cosas imprescindibles), ir en bicicleta sigue siendo un suicidio y el Manzanares sigue estando lleno de mierda (y los patos que en él habitan sobreviven), sigue sin poderse fumar en ningún lado y J.B. sigue haciendo promociones por las calles de ciudad universitaria, los repartidores de publicidad así como los cientos de periódicos gratuitos te siguen avasallando a la salida del metro, el Mercadona sigue intentando batir el Record Guinness a la cola mas larga y siguen apareciendo Zaras, Pull and Bears y Berskahs como setas, las pijas y pijos madrileños siguen vistiendo sus bailarinas, su pelo planchado, sus camisas rosas y sus gafones cada vez mas grandes, el cachuli sigue en la cárcel, los chinos abren hasta horas intempestivas y siguen vendiendo hasta sus hijos por un precio razonable, sigue la estùpida moda de las Converse All Star y por ello siguen valiendo un ojo de la cara (siendo la zapatilla mas simple del mundo), la gente sigue dando conversación en el ascensor y los porteros sigue llevando bigote, ‘la dije…’ y ‘dámele…’ siguen siendo frases utilizadas y una gran patada al diccionario, la población sigue siendo pepera y en Chueca siguen pintando sus aceras de rosa, las prostitutas siguen en la Casa de Campo y el rey a unos cuantos cientos de metros en la Zarzuela…

España sigue siendo un país de contrastes, también una monarquía, lástima.

Os animo a que completéis la lista. Me hubiera gustado hacer una de Albacete pero el tiempo vuela, de todas formas espero que la guarra siga siendo guarra, que el alcalde siga siendo un borracho, que siga siendo la mejor ciudad en la que he vivido nunca y que las cosas sigan muchismo bien para todo el mundo.

Lo que no cambia ni cambiará nunca, es que la buena gente sigue siendo buena gente y los amigos siguen siendo amigos. Gracias Jose y María por vuestra hospitalidad y al resto por sacar tiempo de vuestros estudios para echar unas cañas, suerte a todos, nos veremos pronto.

lunes, 11 de junio de 2007

Resurrección blogera

Bueno, después de este impasse examenil, vuelve este blog con toda su artillería, curiosidades, sucesos y variedades varias de este tan francés país, espero que os reenganchéis y disculpas por todo el tiempo de abandono, apuraros que los commentaires d’or pronto llegaràn a su fin y se hará la gala de reparto de premios.

¿Quién ganará?

Tren y manta

Volver, con la frente marchita, las nieves del tiempo platearon mi sien…

No ha habido nieve en Poitiers estos meses, tampoco mis sienes se han teñido de ningún color, todo será porque no han pasado veinte años como dice el tango, solamente cuatro meses.

Es algo, definámoslo raro, visitar tu propio país, tiene el mismo regusto que volver a casa el fin de semana, uno ve que todo queda igual y nada parece haber cambiado aparentemente, solamente impera esa sensación de que tu casa, tu barrio, tu ciudad en general dejó de ser tu mundo entero para ser una ínfima parte de él. Con el país supongo que pasa lo mismo, el haber estado fuera todo este tiempo hace que vuelva a compararlo todo, que salten a la luz detalles que nunca tuve en cuenta y también que ya no me extrañen cosas que antes sí lo hacían.

Mi ultima tarde en Poitiers me hizo darme cuanta de que estar tanto tiempo en Francia digamos que me había… afectado, puede que ya no sea un viajero en este lugar y que quizás haya echado algo de raíces. Tomando una cerveza en la plaza del Hotel de Ville con Daha, un compañero de laboratorio pasa de vez en cuando algún conocido, se para y tiene una de esas conversaciones con tanta profundidad sobre el tiempo y que vas a hacer el fin de semana, les enfants terribles nos reconocen y sonríen, puede que tanto a Daha (que es de Mauritania) como a mí ya nos asocien con el entorno, al igual que se puede asociar le pigeon-mec (el tío de las palomas) todo el día dale que te pego al las migas de pan.

El caso es que horas antes de dejar Poitiers y después de haber dejado a Daha y a unos cuantos en la terraza del bar fui a comprar el pan para cenar, lo que ya se está convirtiendo en una tradición, la mujer me ve entrar y me sonríe, me prepara la barra que pido siempre y me la da, compro unos croissants para el camino y me desea buen viaje, merci, au revoir. El hombre del estanco también me conoce, soy el español que llegó allí un día y por medio de señas le pidió tickets de autobús con descuento de estudiante (doy fe que al final los conseguí) y que los ha venido comprando estos meses, me llevo de paso Le Monde y alguna revista -¿Para el camino? No, para los amantes de Francia en España, el hombre vuelve a emitir ese sonido leve que tiene como risa y hace un intento de desearme buen viaje en español. Poco después me doy cuenta que estoy andando por Poitiers, con una barra de pan, el periódico debajo del brazo y comiéndome un croissant, siempre había pensado que se me da bien amoldarme a las situaciones, pero no hasta este extremo.

La maleta esta preparada, el billete, el pasaporte… (el cual me olvidé en Madrid al volver, viva la Unión Europea y la inexistencia de fronteras) caminando hacia la gare miro por última vez las calles y pienso que ya tienen algo mío, y yo de ellas, comienza a lloviznar, apresuro el paso. Cuando valido mi billete (cosas que se hacen aquí antes de coger el tren) una mujer con su traje de raso azul y con su gorrito de la SNCF (que nunca me dejará de recordar al de miliciano de la guerra civil) me pregunta que tren voy a coger, se da cuenta que soy español y me dice que si quiero anunciar el tren por megafonía en castellano, que lo suelen hacer por si hay algún español en la estación que no entiende francés. Yo creo no entenderla porque aquello me parecía demasiado gracioso para ser verdad pero ahí cogí el micrófono, la mujer me dice que tengo que decir el origen, el destino y la vía del tren mientras que su compañero, negro y vestido de igual manera no puede ocultar sus relucientes dientes del descojone, después de pensar durante rato qué decir salió algo como esto:

-Señoras, señores, el tren con origen Paris destino Madrid va hacer su entrada en la vía uno. Destino Madrid, vía uno. ¡Tos pa Madrid!

Puro estilo Atocha (de algo han servido tantas horas muertas esperando trenes allí) salvo el final, claro. Salgo corriendo para el andén mientras el negro se está secando los ojos de la risa.

Pero el viajero que huye, tarde o temprano detiene su andar…

El tren sigue con sus revisores que me caen tan rematadamente mal, me miran tres personas de lo mas variopinto al fondo del estrecho pasillo del vagón, uno bajito me hace con la mano para que me acerque. Dos franceses, un estudiante y un profesor; y un español, el bajito. Vuelvo a encontrarme en este tren con otro de tantos españoles que se fueron y que nunca volvieron, o quizás nunca lo hicieron del todo, alterna un francés y un castellano ambos con acento de pueblo, campechano y socarrón. Cuenta que cuando se fue España estaba muy mal, había hambre. Después de parar casi una hora en Hendaya (y paseos por su estación y conversaciones con los gendarmes) terminamos por abrir las puertas con el tren en marcha para ver el cambio de raíles, ni que decir tiene que los revisores que ya no son amables de por sí no estuvieron muy contentos con nosotros.

Después de meneo tras meneo y parada tras parada amanece y empieza a oler a por la mañana, asomo la cabeza por la ventanilla, huele a España. Madrid está ahí delante.

Vivir, con el alma aferrada a un dulce recuerdo que lloro otra vez.

Madrid para el siguiente post.

*Intermedios musicales: Volver. Carlos Gardel