
En esta vida que nos toca vivir, sabemos perfectamente todo lo que nos pasa a no ser que no estemos lo suficientemente despiertos para darnos cuenta. Todos y cada uno de los detalles que pasan por delante de nuestros ojos o en mi caso, debido a mi miopía, por el resto de los sentidos queda guardado en la memoria que, más frágil o no, se acuerda de lo que le da la gana. Lo que no sabremos nunca es lo que no veremos, lo que nunca haremos, la gente que no conoceremos o los lugares que no visitaremos. Caminando por esta ciudad lluviosa y gris (aunque a pesar de todo bastante más animosa de lo que me pensaba) se lo que hay detrás de la esquina porque la doblo y lo miro pero no se lo que pasa por el otro lado de la manzana por mucho que corra e intente verlo. La verdad es que en ese sentido el destino es bastante discreto, cuando llego resoplando lo que estaba detrás de la manzana ya no está.
Por eso no se sabe si decidirse entre un apartamento u otro le va a hacer estar en una calle con buenas vistas o si la manzana de detrás estaba mejor.
Después de otra mañana más de dura investigación en el laboratorio de la ENSMA (son cosas que ya os iré contando) empezó una nueva tarde de búsqueda de piso. Como buscadores más avezados fuimos sin más rodeos al CRIJ, agarramos los anuncios y el móvil y nos pusimos a llamar. Después de otra tanda de contestadores, me responde un tal Fabien con un francés algo gangoso y me dice que me enseña el piso a las 4. Fabien no se por qué yo lo tomé como una persona negra, cuando lo vi llegar albino, pelirrojo y con un aro gigante colgado de la oreja derecha no pude evitar una cierta sonrisa.
Yo nunca he tenido nada en contra del movimiento hippie aunque, debido a mi sangre revolucionaria no puedo evitar pensar que no es la forma más adecuada de cambiar el mundo (lo de fumarse unos porritos y ponerse una flor en la cabeza digo). La casa era bastante acogedora, pero olía bastante a pis de gato (ya podía haber olido a marihuana que huele mejor), lo del desorden la verdad es que me daba casi igual pero supongo que tener que ir a un laboratorio todas las mañanas y manejar una máquina de medio millón de euros no era demasiado compatible con aquello.
Seguimos mirando y vimos varios pisos, todos grandes, espaciosos y no demasiado caros, parece haber mucho donde elegir sin dejarte un riñón como en Madrid. Todo hasta dar con el señor Dantan. Patricia al telefono, el señor Dantan al otro lado (traducción simultánea, os quejaréis):
- ¿Hola? ¿Sí? Buenas tardes. Mire, yo ehh, llamar, piso, anuncio, ehh, que he visto, en la calle Chartrer. ¿Información por favor?
- Mira, a ver, ¿Cuál es tu estatura?
- ¿Cómo? ¿Qué? ¿Me puedes repetir? Yo soy española, no hablo muy bien el francés.
- Ya ya, que cual es tu estatura, es que el piso tiene los techos un poco bajos.
- Aaah, bueno, bueno si, 1,65…
- Aaah, ¿y tienes papeles? ¿Cómo me vas a pagar?
- Eeeeh, ¿Pagar? No se, ¿dinero?
- Aaah, ¿tienes cheques? ¿Tienes dinero para una cuenta bancaria?
- Claaaaro, yo te pago pues con dinero.
- Muy bien, ¿Y por que estas aquí en Francia?
- Yo soy estudiante, en la ENSMA, en Futuroscope.
- Ah muy bien, yo quiero dejarlo todo claro, los papeles, que me pagues, todo claro… ¿y cuantos años tienes?
…
La cosa se alargó como un cuarto de hora, dándole vueltas al asunto de los papeles y la estatura. Estuvimos a punto de llamar al hombre y decirle que ni íbamos a verlo (habíamos visto ya cosas que estaban bastante bien y lo de la estatura no era demasiado alentador), pero bueno, más por la curiosidad que otra cosa.
Con razón que era condición indispensable no pasar del 1,65, las puestas estaban cortadas en chaflán porque no entraban…
Acababa ya la tarde y como tengo residencia hasta mitad de mes tengo todo el tiempo del mundo para ir viendo pisos de todas las clases y colores, no me había decidido yo por nada aún. El caso es que llamamos al teléfono de un anuncio que estuvimos a punto de descartar por letra rara:
- Hola, yo llamo, por información, por el piso, la calle Bouroit. Me puedes decir por favor.
- Ah si, si tu has llamado antes, te estoy esperando.
- Eeeeh, ¿si? Ah. ¿si?
- Que si, que te estoy esperando.
- ¿Ah y que número es?
- El 10 ya te lo dije. ¿Dónde estás? ¿Estas cerca de aquí?
- Si en el centro comercial Les Cordelières.
- Ah pero si esta al lado, mira tienes que… (ininteligible)
- Si, si, tengo un mapa, ya voy.
- Vale, vale, adios, adios.
- Adios.
El señor Rousseau tiene una mansión en todo el centro de la ciudad, por el aspecto de su casa (alfombras, cuadros, unos ventanales enormes, jardín gigante, gran biblioteca…) debe ser bastante rico, pero supongo que su situación (viudedad o soltería) y sus setenta y tantos años les hagan querer estar en cierta compañía. Por lo visto dividió su mansión hace unos años y procuró la parte externa de portal y llave propia, adecuó las habitaciones y las alquiló a estudiantes. El hombre parece feliz porque pese a no vivir con ellos ya que están como en la casa de al lado de vez en cuando pasan a verle y a charlar un rato con él. Mi habitación tiene chimenea, diván, muebles como las películas de Sherlock Holmes y compañeros de piso de todas clases y todos bastante amables.
No sé como será lo que hay detrás de la manzana, pero esta calle me gusta, y tiene buenas vistas.